viernes, 4 de febrero de 2011

El tiempo en la Biblia no es lógico...


Empezemos con la creación de la tierra.


Los geólogos y geofísicos modernos consideran que la edad de la Tierra es de unos 4400 a 5100 millones de años. Esta edad ha sido determinada mediante técnicas de fechado radiométrico de material proveniente de meteoritos y es consistente con la edad de las muestras más antiguas de material de la Tierra y de la Luna.

Con el advenimiento de la revolución científica y el desarrollo de los métodos de fechado radiométricos, se realizaron mediciones de la presencia de plomo en muestras minerales ricas en uranio, que indicaron que algunas tenían una edad que superaba los 1000 millones de años. El más antiguo de estos minerales que ha sido analizado son unos pequeños cristales de zirconio de la zona de Jack Hills en Australia Occidental; los cuales por lo menos tienen una edad de 4404 millones de años.

Comparando la masa y luminosidad del Sol con las de las otras estrellas, parecería que el sistema solar no podría ser más antiguo que dichas rocas. Las inclusiones ricas en calcio-aluminio (Ca-Al) –los compuestos de meteoritos más antiguos formados en el sistema solar– tienen una edad de 4567 millones de años, lo que resulta en la edad del sistema solar y en una cota superior para la edad de la Tierra.

Existe una hipótesis que afirma que la acreción de la Tierra comenzó poco tiempo después de la formación de las inclusiones ricas en Ca-Al y los meteoritos. Como aún se desconoce el instante en que ocurrió la formación de la Tierra y las predicciones obtenidas mediante diferentes modelos de creación van desde unos pocos millones de años hasta unos 100 millones de años, es difícil determinar la edad exacta de la Tierra.

También es difícil precisar la edad exacta de las rocas más antiguas sobre la superficie de la Tierra, ya que muy probablemente sean agregados de minerales de distintas épocas. El Acasta Gneiss ubicado en el norte de Canadá podría ser la más antigua masa rocosa expuesta en la corteza terrestre.

Estos datos prueban que no fue en seís días la creación sino en miles de millones de años.

 Entonces la Biblia menciona que se creo en seis días, sería ese dato correcto ?
Consideremos... Génesis


 1:31 Después de eso vio Dios todo lo que había hecho y, ¡mire!, [era] muy bueno. Y llegó a haber tarde y llegó a haber mañana, un día sexto.
2:1 Así quedaron terminados los cielos y la tierra y todo su ejército.


15 Y Jehová Dios procedió a tomar al hombre y a establecerlo en el jardín de Edén para que lo cultivara y lo cuidara. 16 Y también impuso Jehová Dios este mandato al hombre: “De todo árbol del jardín puedes comer hasta quedar satisfecho. 17 Pero en cuanto al árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo, no debes comer de él, porque en el día que comas de él, positivamente morirás”.

En este punto surgen tres preguntas:

1.- ¿La tierra se creó en tan solo seis días?
2.- ¿Cuánto tiempo vivió Adán ?
3.- ¿Jehová es un mentiroso?

Ok, para contestar las preguntas es necesario ver el registro Biblíco

Génesis 5 3:5

De modo que todos los días de Adán que él vivió ascendieron a novecientos treinta años, y murió.


2 Pedro 3:8

Sin embargo, no vayan a dejar que este hecho en particular se les escape, amados, que un día es para con Jehová como mil años, y mil años como un día.

Para Jehová - 1 día = 1 año

Ahora sí !!!!

1.- ¿La tierra se creó en tan solo seis días?
No, la biblia no habla de días de 24 horas literales, sino de un período de tiempo más largo. La tierra fue creada en más de seis días (humanos).

2.- ¿Cuánto tiempo vivió Adán ?
Adán vivió novecientos treinta años, período en el cual está comprendida la sentencia de Jehová : "en el día que comas de él, positivamente morirás”.

3.- ¿Jehová es un mentiroso?
Definitivamente NO, el profeta Isaías expresó el alcance del conocimiento de Jehová con estas hermosas palabras: “¿Quién ha medido las aguas en el simple hueco de su mano, y ha tomado las proporciones de los cielos mismos con un simple palmo, y ha incluido en una medida el polvo de la tierra, o ha pesado con indicador las montañas, y en la balanza las colinas? ¿Quién ha tomado las proporciones del espíritu de Jehová, y quién como su hombre de consejo puede hacerle saber algo? ¿Con quién consultó para que se le hiciera entender, o quién le instruye en la senda de la justicia, o le enseña conocimiento, o le hace conocer el mismísimo camino del verdadero entendimiento?” (Isaías 40:12-14).



“La ciencia sin la religión está coja, la religión sin la ciencia está ciega.”—Albert Einstein.

En estos tiempos en los que vivimos tienen lugar sucesos asombrosos a una escala sin precedentes. Los nuevos descubrimientos relacionados con el espacio han obligado a los astrónomos a revisar sus teorías sobre el origen del universo. Mucha gente, fascinada por el cosmos, se sigue planteando los viejos interrogantes que provocan nuestra existencia y el lugar que ocupamos en el mundo: ¿cómo y por qué surgieron el universo y la vida?

Incluso cuando miramos en otra dirección —hacia nuestro interior— y pensamos en el mapa del genomadescodificación del genoma humano reconoció con modestia: “Hemos echado un primer vistazo a nuestro manual de instrucciones, que antes solo conocía Dios”. Pero las preguntas siguen en pie: ¿cómo y por qué?

“Dos ventanas”

En la comunidad científica hay quienes afirman que todos los mecanismos del universo se pueden explicar mediante un análisis racional y que no hace falta recurrir a la sabiduría divina. Sin embargo, a muchas personas, entre ellas algunos científicos, no les satisface este punto de vista. Procuran comprender la realidad recurriendo tanto a la ciencia como a la religión, pues opinan que la primera trata de explicar cómo llegamos a existir nosotros y el mundo que nos rodea, mientras que la segunda se ocupa principalmente del porqué.

Respecto a esta dualidad, el físico Freeman Dyson dijo: “La gente intenta comprender el gran universo mirando a través de dos ventanas: la ciencia y la religión”.

“La ciencia se preocupa por lo mensurable; la religión, por lo inconmensurable”, observó el escritor William Rees-Mogg. Y añadió: “La ciencia no puede demostrar ni refutar la existencia de Dios, igual que no puede demostrar ni refutar ningún principio moral o estético. No hay ninguna razón científica para amar al prójimo ni respetar la vida humana [...]. Sostener que no existe nada que no pueda probarse científicamente es un terrible error, pues eso implicaría negar la existencia de casi todo lo que valoramos en la vida, no solo Dios o el espíritu humano, sino el amor, la poesía y la música”.